viernes, 18 de enero de 2013

El LATIFUNDIO Y LA TIENDA DE RAYA



El LATIFUNDIO Y LA TIENDA DE RAYA
"¿Esclavitud? ¿Quiere hacerme creer que todavía hay verdadera esclavitud en el hemisferio occidental?- respondí burlonamente - ¡bah! Ustedes hablan como cualquier socialista norteamericano. Quieren decir "esclavitud del asalariado", o esclavitud de condiciones de vida miserables. No querrán significar esclavitud humana. Pero aquellos cuatro mexicanos desterrados insistieron: - si, esclavitud - dijeron- verdadera esclavitud humana. Hombres y niños comprados como mulas, exactamente como mulas, y como tales pertenecen a sus amos: son esclavos -¿Seres humanos comprados y vendidos como mulas en América? ¡En el siglo XX!, Bueno - me dije - si esto es verdad, tengo que verlo"

Quiero desarrollar en este foro el tema "El Latifundio y la tienda de raya como factores para el estallido revolucionario" tema que me apasiona y a la vez me indigna, que me produce ira y a la vez nauseas. Y que a todo ciudadano consciente del valor de la libertad humana, producirá iguales o parecidos efectos.
Mi introducción es un fragmento del muy conocido libro México Bárbaro, donde el autor John Kenneth Turner nos narra su incredulidad ante la existencia de esclavitud en México. Sin embargo, sus investigaciones periodísticas lo llevaran a comprobar tristemente una verdad vergonzosa de nuestra historia nacional. Turner encontró que 50 personas controlaban la riqueza de la península yucateca, mientras miles de esclavos yaquis, mayas y mestizos, obtenidos por medios diversos como deudas o compra, sostenían la economía de las haciendas henequeneras. Y supo que, bastaba endeudarse con alguien relacionado a los reyes del henequén para terminar pagando de por vida una deuda inacabable, que casi siempre heredaba a sus descendientes. Además registro casos graves de esclavitud y maltrato; flagelamientos públicos, trabajo de sol a sol, hacinamiento en los jacales, niños y mujeres trabajando por nada de paga, y todos ellos muriendo mal alimentados y castigados por cualquier mínima infracción. La vida de un trabajador en estas condiciones se reducía a un año únicamente.
Turner creyó que al acercarse al centro de México las cosas cambiarían para mejor, pero llego a Valle Nacional, Oaxaca. Al llegar, lo primero que vio fueron largas filas de prisioneros atados destinados para las fincas tabacaleras. Luego de unos días, el infierno le pareció poca cosa ante esta región de dolor, muerte y desesperanza para el humilde. En este valle, la humedad tropical y sus fértiles tierras, propiedad original de los chinantecos, se habían convertido en presa de ricos mexicanos y compañías extranjeras que se dedicaron a la siembra del lucrativo tabaco, quienes habían formado apenas 30 haciendas en una extensa región.
Para hacerse de mano de obra barata, habían endeudado a la población de la región, pero pronto la lucrativa actividad conllevo a que miles de hombres, mujeres y niños de distintas partes del país se encontraran ahí por deudas con patrones, por causas políticas, por berrinches de los poderosos, y por los engaños de enganchadores que prometiendo buenos trabajos lograban reclutar mano de obra regalada para los dueños de haciendas tabacaleras. La vigilancia de capataces violentos y agresivos impedían la huida y los castigos físicos y las torturas desalentaban a muchos para escapar. Mientras la corrupción policiaca y gubernamental en todos los niveles hacía que los pocos que lograban escapar fueron aprendidos nuevamente y regresados a la finca a la que pertenecían. Si en Yucatán los esclavos podían vivir un año, en valle Nacional no pasaban de los 7 meses.
Yucatán y Valle Nacional no fueron, desafortunadamente, los únicos casos de latifundismo en México, en prácticamente todo el país la gran hacienda, el hacendado y el peón, fueron las piezas fundamentales del drama rural del país. La hacienda, unidad económica de producción que implicaba la posesión privada de enormes extensiones territoriales, había llegado con los conquistadores, fortalecida en el siglo XIX con las leyes que los liberales, torpemente, habían dictado atentando con ello con la noción de comunidad de los pueblos indios de México. Sin embargo, fueron las leyes y reglamentos de Porfirio Díaz los que incrementaron la magnitud de la desgracia, y su gobierno protegió a los Terrazas en Chihuahua que poseían 2 millones de hectáreas, a Olegario Molina que poseía en Yucatán y Quintana Roo 6 millones de hectáreas, además de algunos cientos de hacendados mexicanos y extranjeros cuyas propiedades rebasaran las 10,000 hectáreas. Mientras cientos de miles de mexicanos no disponían más que de una parcela que superaba la hectárea y en ocasiones ni eso, para sostén económico de una familia.
Para volver aun más lucrativa la hacienda, se creó el sistema de las tiendas de raya, casi todas dentro del casco de la hacienda, donde se expendían productos de mala calidad y a precios inflados. En un círculo vicioso los peones cobraban su sueldo en efectivo, sino en vales, y únicamente podían comprar en el establecimiento oficial, propiedad del patrón. Compraban lo más indispensable para la subsistencia y por su bajo salario y los precios inflados, se veían en necesidad de solicitar crédito que el patrón concedía, anotando la deuda que mes tras mes iba creciendo sin posibilidad alguna de pagarla y recuperar la libertad.
La tienda de raya no solo estuvo en el casco de la hacienda rural, las fábricas de Rio Blanco tenían una sola tienda, de igual modo Cananea. Ahí se obligaba a los trabajadores a consumir exclusivamente para incrementar la riqueza de los dueños. Entonces, las infamias del sistema porfirista, llevaba a millones de mexicanos a la pobreza extrema, a la hambruna crónica y a la desesperanza social.
Turner al final de su libro comentara: “Bajo el bárbaro Gobierno mexicano actual, no hay esperanza de reformas, excepto por medio de la Revolución” A los pocos meses de su apreciación; Madero, Villa, Orozco y Zapata así como cientos de líderes revolucionarios y el pueblo en general, se levantaran en armas y uno de sus objetivos centrales será la destrucción del latifundio y la tienda de raya.
Luego de esta revisión histórica nos queda decir, que en nuestras manos esta impedir siempre y en cualquier lugar la injusticia social, la miseria generalizada, el hambre crónica y el abuso de poder. En manos de los hombres y mujeres de este país, particularmente de los hombres y mujeres jóvenes.

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